Hoy comí del polvo de lo predicho, de la unión zoquete de mil presagios.

Sentí el sabor de la marca de cristales rotos que barrí con las manos de un incomprendido sin ventajas pero muy amable.

Ardió mi garganta por las palabras resueltas, pero más queman mis ganas por mantener la constante de la sonrisa.

¿Por qué a los humanos nos gusta el veneno que sabe a caramelo?

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