Tu silueta fue sedienta y moribunda que descansó constante hasta la nueva capa de luz que reflejó el espejo delante del cual te desvestiste de tus desdichas.

Mis sábanas se marchitaron, en huelga al constante cambio al que eran sometidas, hallando de este modo la paz de las sabanas llenas de matices campestres.

El territorio encogió su tamaño por cada frazada que consumimos con la chimenea como único testigo, el mismo que se sentía confundido por los destellos de fuego que reflejaban nuestras sombras.

Esta noche solo quedan las paredes que me rodean, y los silencios de los respiros que transmitimos, mientras que mi cama sigue siendo solamente de papel.

20121214-004146.jpg